La mentira nos hará libres: Reseña de Anatomía de una caída
La intimidad familiar es compleja. Si cualquiera se asomara y nos viera como realmente somos en casa, los modos en los que nos cuidamos y amamos, las situaciones a las que sobrevivimos… ¿podría comprendernos?, ¿podría perdonarnos por todas las reglas que rompemos?, ¿por todos los errores cometidos?
Anatomía de una caída (Justine Triet, 2023), ganadora a la Palma de Oro en Cannes y a Mejor Guion Original en los Oscar, es más que una película sobre un juicio: nos habla del duelo, de la imposibilidad de la verdad, los roles de género y los castigos que queremos imponer a quienes no los cumplen, sobre cómo seguir viviendo tras la muerte. Escrita por Justine Triet y Arthur Harari durante la pandemia por COVID-19, es la historia de lo que pasa con una pequeña familia luego de que el padre muere en circunstancias extrañas.
El blancor de la nieve es interrumpido por la sangre y el cuerpo inerte de un hombre, Samuel Maleski (Samuel Theis). Su hijo, Daniel (Milo Machado), un niño de ojos nevados como los de su perro guía, lo encuentra entre las tinieblas de su ceguera. Sandra Voyter (Sandra Hüller), su esposa, es ahora la presunta culpable de su muerte. Así comienza un drama que durará un año, tiempo en el que Sandra tiene que luchar contra los límites que aparentemente separan al lenguaje judicial de los afectos para comprobar que no mató a su esposo.
Vincent Renzi (Swann Arlaud), un viejo amigo y abogado, intenta hacerla entender de que, en el estrado, debe hablar de cierta manera para convencer al jurado de su inocencia. Su defensa es que Samuel cometió suicidio. El único testigo es su pequeño hijo invidente que, además, estaba fuera de casa cuando todo ocurrió.
A simple vista, Anatomía de una caída es la historia de un juicio. Sin embargo, el guion de Triet y Harari está lleno de sutilezas, silencios, imaginaciones y símbolos que la convierten en algo que se siente como ser golpeado por las olas del mar. ¿De cuánto puede hablar una película con una trama, aparentemente, sencilla?
EL MUNDO AL REVÉS
Sandra es una protagonista antipática: es una mujer demasiado masculina, demasiado enfocada en su trabajo y que vive el duelo por su esposo con demasiada pragmática. “Tenemos que hacer las cosas como antes de que esto pasara” le dice a su hijo de 11 años, que llora en su cama. Está frustrado porque no logra entender qué pasó con su padre, por qué cayó del alfeizar de la ventana más alta de su casa. Además, Sandra es bisexual y ha engañado a su esposo en un par de ocasiones: se nos presenta como una mujer terrible, egoísta y el ejemplo perfecto de por qué ser una bossgirl es una trampa que no nos libera, sino que nos hace repetir dinámicas de poder que resultan en violencia.
Samuel Maleski también es escritor, aunque hace mucho que no escribe. Es un hombre que intenta arreglar su casa, que se dedica a educar a su hijo y que ocupa el espacio como un fantasma e incómoda desde el estruendo: haciendo sonar a todo volumen una canción mientras entrevistan a su esposa por su trabajo creativo. Es un hombre que, al igual que cierto personaje rubio que cantaba “…anywhere else I’d be a 10”, está en una posición que, histórica y sistemáticamente, ha sido para las mujeres: la orilla.
Al igual que Barbie, solo que con menos rosa y números musicales, Anatomía de una caída nos invita a pensar y repensar los roles de género poniendo a sus personajes en lo que Bajtín llamaría “el mundo al revés” y dejando al descubierto, aunque de manera sutil, las estructuras que habitamos y la violencia doméstica a la que nos hemos insensibilizado a fuerza del día tras día. Tanto Sandra como Samuel son personajes complejos, ambos tienen aciertos y errores, ambos tienen una justificación para su comportamiento y ahí es donde yace la gran pregunta de la película: ¿a quién le creemos?
Si fuera al revés, ¿el jurado sería igual de duro con Samuel?, ¿si Sandra fuera más femenina, sería más fácil creerle?, ¿por qué nos molesta tanto que se enfoque y dedique tiempo a su carrera como autora? No observamos un juicio cualquiera, es uno que deja al descubierto nuestras creencias sobre los roles de género y esa doble estándar a la hora de castigar.
Los cuentos que nos decimos
En medio de la nieve, con los Alpes de fondo, Sandra habla con Vincent, su abogado. Está frustrada porque han encontrado un modo de culparla: ella y Samuel pelearon un día antes de su muerte… y él grabó toda la conversación. Sus intenciones al hacer esto nunca son del todo claras y nos ponen entre la espada y la pared. Sandra insiste en que un detalle no es la realidad. Una discusión no define toda su relación con Samuel, a quien, en varias ocasiones, se refiere como su alma gemela. Lo que haya dicho en el calor de una pelea no es reflejo del amor que siente por él. Vincent lo sabe, pero también es consciente de que con el lenguaje legal no es posible explicar esa complejidad que Sandra sí es capaz de retratar con el lenguaje literario al que está acostumbrada: el lenguaje siempre está ahí como una barrera, como las reglas específicas con las que se construye una de muchas realidades posibles. Continuamente la vemos teniendo problemas para comunicarse, preocupada por su francés, pidiendo permiso para usar el inglés, incluso el alemán (lengua materna del personaje) sale a colación, pero nunca la escuchamos hablarlo: hay algo vital que ella no puede expresar, que es incomprensible para todos quienes la rodean.
Vincent le explica que su trabajo no es hallar la verdad, sino construirla. Sandra conoce ese juego: es escritora de ficción, aunque su obra parte de sus vivencias personales. Anatomía de una caída reflexiona sobre ese proceso creativo, sobre lo resbaladizo y absurdo que es querer explicar la realidad a través de un cuento. Sin embargo, ese es el reto para Sandra: contar una historia que, aunque ficción, pueda explicar el hecho insólito que ha sacudido su mundo y que puede ponerle fin.
Aunque conoce bien el oficio del narrador, Voyter se niega a contarse su matrimonio como una historia triste: una donde Samuel es un hombre frustrado intentando escapar a su situación, una donde ella le ha fallado a su familia por ponerse primero. ¿Dónde empieza y dónde acaba la ficción? Sandra pelea (por decirlo de algún modo) constantemente, sea contra Vincent, contra el terapeuta de su esposo o contra el fiscal: ese no era Samuel. No era el hombre deprimido, no estaba frustrado, no era un suicida. Hacer un retrato fidedigno es una tarea imposible: ni los hechos, ni el lenguaje, ni los recuerdos, ni las fotos de Samuel en distintos momentos de su vida alcanzan para decir quién fue. En toda reconstrucción, siempre hay una pieza faltante.
La cinta está llena de pequeñas posibles ficciones: algunas sobre Sandra, otras sobre Samuel. Todas estas se insertan como pequeñas escenas donde vemos en momento en que Samuel cae, a veces empujado por ella, a veces saltando; escenas que no podemos distinguir entre las imaginaciones de algún personaje, las hipótesis de otro ni como hechos. La fotografía de Simon Beaufils nos muestra estos instantes desde la distancia, con prudencia, o con rápidos zooms que se acercan, como intentando llegar a la verdad. A veces mirando la escena desde arriba, otras desde abajo, desde sitios que pueden sentirse como poco naturales, que nos invitan a mirar lo que ha pasado desde todos los ángulos posibles, pero también porque tienen una relación estrecha con alguien importante: Snoop (Messi), el perro guía de Daniel y compañero de toda la familia. Un testigo importante, parecido a su par en el hecho de que ambos tienen limites significativos: uno no ve, el otro no puede hablar; uno es un niño, el otro un perro. Ambos son pequeños y tienen poco poder, pero nos hacen preguntarnos qué voces y experiencias valen más al momento de contar.
Cómo seguir viviendo
Un hombre ha muerto y con él se ha terminado el mundo que su familia conocía. Las cosas jamás volverán a ser lo que eran. Madre e hijo se embarcan en la difícil búsqueda de la verdad. ¿Por qué murió Samuel?, ¿por qué cayó de la ventana? Es un hecho que nadie puede creer, como pasa con todas las muertes. Alguien simplemente ha dejado de existir, como si nunca lo hubiera hecho, aunque el cuerpo nos dice que no es así, que lo hemos visto y estaba aquí hace un segundo. La gente no se esfuma, pero la muerte se siente así: como una broma incomprensible.
Sin embargo, la vida se trata de seguir, ¿pero cómo hacerlo?, ¿cómo seguir andando cuando alguien que venía a nuestro lado solo desaparece? Quizás, lo más justo sea detenernos, pero la misma cotidianidad te empuja como una ola enorme. El reto está en reaprender a movernos solos. Daniel llora frente a la jueza y le pide que lo deje asistir al juicio: necesita saber qué pasó para poder continuar: eso no solo le ayudará a racionalizar el accidente que se llevó a su padre, le dará claridad sobre su relación con su madre, que podría haberlo matado, es decir, podría ser la culpable del dolor que atraviesa.
El caso es demasiado difícil. Y aunque todo apunta a que Sandra lo asesinó, falta una prueba que sea lo suficientemente clara e irrefutable para afirmarlo o negarlo. ¿Qué haces cuando, a pesar de todo el esfuerzo, la verdad nunca llegará? Hay que decidir y construir. ¿Qué historia nos hará realmente libres?
Todas esas fotos que guardamos en el intento de aferrarnos a un momento, a un pequeño detalle dentro de la realidad son una ilusión: si las miras no dicen mucho, solo hay sonrisas, solo nos dejan ver la superficie de una persona, jamás sabremos qué pensaba en el segundo en que oprimieron el botón de la cámara. “Las parejas son como un caos”, dice Sandra. La intimidad es un misterio para quien mira desde fuera, pero también para quienes la habitan. Nunca llegamos a conocer del todo a nadie. Nunca entenderemos qué significó, entre la cadena de hechos y personas, que alguien nos amara por un rato o que dejara de hacerlo, que alguien se quedara o decidiera irse. Anatomía de una caída es, entre sus muchos temas, una película que nos pide seguir viviendo, que sigamos contando historias. Lo importante no es si la verdad existe, sino que nos permita continuar aunque sea mentira.
Para todos los interesados en escribir: Anatomía de una caída es una increíble lección sobre cómo construir una historia inagotable dentro de todos sus símbolos. Además de cómo construir personajes femeninos complejos e inolvidables, dignos del tiempo que vivimos.