El diario de las editoras: La india impura de Ana Arias
Inauguramos esta sección del Magnoblog donde te contamos más sobre los autores y procesos de Estudio Magnolia. En esta ocasión, queremos compartirte cómo hemos acompañado y asesorado a Ana Arias en la escritura, publicación y promoción de La india impura, su primera novela. Alejandra Retana, editora y escritora, nos cuenta un poco de esta aventura literaria.
A finales del año pasado, cuando conocí a Ana, ella me comentó que estaba escribiendo una novela basada en una historia que se había transmitido de generación en generación en su familia. Era una historia sobre la injusticia cometida contra una mujer, una historia dolorosa e inadmisible, pero silenciada, como seguramente ocurre en muchas familias mexicanas.
Ana también me contó que había ya escrito el primer tratamiento de la novela: 20 cuartillas que contaban la historia de inicio a fin, donde ya constaban los acontecimientos claves del relato, así como los personajes más importantes. Después de algunos meses, esas cuartillas se transformaron en una novela que lleva por nombre La india impura. Ahí se cuenta la historia de Matilde, una joven indígena que vive en un pueblo de lo que hoy es Nayarit, obligada a contraer matrimonio con un acaudalado militar, el hombre más poderoso pero también más temible de la región.
De inmediato me interesé en esta aventura —escribir un libro siempre es una aventura— por varias razones. La primera fue, por supuesto, el tema. Desde hace varios años, mi trabajo artístico ha estado vinculado al descubrimiento y a la defensa de mi identidad indígena. Eso ha implicado ir tras la pista de otras mujeres de mi pueblo que dedicaron su vida a preservar nuestro territorio y cultura. Así que cuando Ana me contó que su novela tenía como personaje protagonista a una mujer indígena, tuvo todo mi interés.
Además, desde nuestra primera conversación, Ana mostró un sentimiento de responsabilidad que también resonó conmigo. En ella, era transparente esa necesidad que surge cuando se nos confía algo que consideramos debe saberse, que ya no debe callarse; ella sentía que tenía que contar esta historia. Era una suerte de encargo, una responsabilidad adquirida con quienes habían depositado en sus manos la pervivencia de ese relato.
Por supuesto, el hecho de que esta fuera la primera novela de Ana, también fue un aspecto muy llamativo para mí. En Estudio Magnolia, creemos que la expresión artística nos pertenece a todos y, en consecuencia, ofrecemos servicios profesionales que ayuden a personas de todos los perfiles a sortear las barreras que existen para acceder a la escritura profesional (creativa, académica, de divulgación...). Nos da gusto que los autores reconozcan que la escritura es una herramienta especializada, por lo que es pertinente buscar ayuda u orientación profesional.
Así que Ana y yo trabajamos bajo un esquema que en Estudio Magnolia hemos denominado Asesorías de Escritura Creativa (AEC). Acá aclaro que no es equivalente a contratar a un ghoswriter (lo cual tampoco tiene nada de malo, pero de eso habrá que hablar en otro momento); las AEC se acercan más a lo que en el mundo anglosajón se ha denominado writing coach o book coach. En ellas, un profesional de la escritura acompaña a un autor durante la escritura de un libro facilitando el proceso creativo. En sesiones que pueden ser semanales, quincenales o incluso mensuales (según se acuerde), se comenta el texto, se da retroalimentación, se comparten dudas e incluso se abordan aspectos personales relacionados a la escritura. Sí, las AEC van más allá de la dinámica extendida de taller literario, porque implican una relación más cercana entre asesor y autor pues nunca se pierde de vista que la escritura es profundamente personal.
En esos meses que trabajamos juntas, vi en Ana virtudes que todos los escritores necesitan si realmente quieren terminar de escribir sus libros y publicarlos. Fue tenaz y disciplinada, a pesar de que las circunstancias no eran las idóneas. Robando horas al sueño, Ana reescribía sus capítulos, exploraba los motivos (leitmotiv) centrales de su libro, complejizaba a sus personajes y fortalecía las atmósferas en que estos se movían. En ese sentido, habría que hablar también de compromiso: la autora nunca perdió de vista su motivación personal, la razón más profunda por la que quería escribir y, estoy segura, de que eso siempre la empujó a continuar. Además, fue flexible pues siempre se mostró abierta en nuestras conversaciones, sin que eso significara que traicionara su propia visión de lo que debía ser su novela.
Me parece hermoso lo que ha hecho Ana con La india impura, un esfuerzo creativo para establecer una relación con el pasado que no sea de mero desprecio o condena. Sí, ha contado el crimen sin justificarlo, pero también ha imaginado una posibilidad de justicia para las ancestras de muchas de nosotras. Ha usado con cuidado los recursos de la novela histórica, sin olvidar el gran poder que tiene la ficción.
Cuando creamos arte, por un lado, buscamos mostrar el mundo tal cual es, pero, por otro lado, también queremos plasmar cómo nos gustaría que fuera. Ese gesto imaginativo, creo yo, es uno de los grandes pilares de cualquier disciplina artística: hay que soñar para transformar el mundo, aunque sea un poquito. Y me encanta que en el núcleo de La india impura se encuentre esta gran verdad.
La novela puede conseguirse a través de Amazon tanto en su versión electrónica como de pasta blanda. Son cuando menos interesantes las posibilidades que este gigante tecnológico ha creado para la (auto)publicación en buena parte del mundo. Acá les cuento más para no desviarme del tema.
En los últimos meses, el equipo de Estudio Magnolia ha estado preparando la presentación de esta novela. Y como no hay plazo que no se cumpla, en unos días, el 27 de septiembre a las 19:00 horas, en el hermoso restaurante y espacio cultural Frëims, efectivamente presentaremos La india impura. Como deben serlo todas las presentaciones de libro, esta será una fiesta.
Vamos a celebrar que esta novela exista, por supuesto, pero también será una ocasión para honrar la memoria, la familia y la liberación femenina. Gracias, Ana, por adelantado. Gracias por tu novela que nos congrega a fin de que recordemos estos aspectos tan sustanciales de la vida.
Creo que es pertinente cerrar este texto con una frase de la poeta mapuche Graciela Huinao, que ha estado rondando últimamente mi cabeza y que estoy segura también resonará en Ana: “Si mis abuelas hubieran aprendido a leer y escribir, ellas habrían sido las escritoras y no yo”.